La Unión Europea ha revertido su prohibición de 2035 de vender automóviles nuevos de gasolina y diésel, lo que permitirá a los fabricantes continuar vendiendo vehículos híbridos y con motor de combustión interna (ICE) más allá de esa fecha. Esta decisión, anunciada el 16 de diciembre de 2025, contrasta marcadamente con el compromiso continuo del Reino Unido con su propia prohibición gradual: vehículos puros de gasolina y diésel para 2030, y todos los modelos que no emitan cero para 2035. La medida señala estrategias divergentes entre Europa y el Reino Unido sobre el futuro de las emisiones automotrices.
Enfoque revisado de la UE: flexibilidad con condiciones
La prohibición inicial de la UE para 2035 tenía como objetivo un mercado de automóviles nuevos totalmente eléctricos o propulsados por hidrógeno. Sin embargo, el plan revisado ahora permite que los híbridos enchufables, los híbridos completos, los híbridos suaves y los vehículos ICE tradicionales sigan a la venta, aunque con un límite del 10% de las ventas totales de cada fabricante. Para compensar, las empresas deben compensar las emisiones mediante prácticas de fabricación sostenibles, como el uso de acero con bajas emisiones de carbono, o mediante el uso de biocombustibles y combustibles electrónicos.
Además, la UE introducirá “supercréditos” para los coches eléctricos más pequeños (menos de 4,3 metros de largo), lo que permitirá a los fabricantes contar cada uno como 1,3 vehículos para los objetivos de emisiones. La cuota para los vehículos comerciales eléctricos también se ha reducido del 50% al 40% después de 2035, mientras que la Comisión promete 1.800 millones de euros en inversiones para impulsar la producción de baterías de la UE a través de préstamos sin intereses.
Reacciones de la industria: divididas e inciertas
La respuesta de la industria automotriz ha sido mixta. Algunos fabricantes, como Polestar, se oponen firmemente a la reversión, argumentando que la electrificación es el único camino viable a seguir. El director general, Michael Loscheller, condenó la decisión como un paso atrás y afirmó que prolonga industrias obsoletas a expensas del crecimiento futuro.
Por el contrario, otros fabricantes de automóviles europeos, incluido Renault, acogen con agrado la flexibilidad, citando la necesidad de competir con rivales chinos más baratos y navegar por regulaciones cada vez más estrictas. El director general de Renault, Francois Provost, enfatizó la importancia de la neutralidad tecnológica y sugirió que las soluciones híbridas avanzadas deberían seguir siendo una opción.
Ford ya ha anunciado planes para reducir sus inversiones en vehículos eléctricos debido a la débil demanda y los cambios regulatorios, una tendencia probablemente reforzada por la decisión de la UE. Se espera que la empresa siga confiando en asociaciones con Renault y Volkswagen para la arquitectura de vehículos eléctricos en lugar de desarrollar su propia plataforma dedicada.
El Reino Unido mantiene el rumbo, pero los vientos políticos cambian
El Gobierno del Reino Unido mantiene su fecha límite de 2035 para eliminar gradualmente todos los vehículos de emisiones distintas de cero. El Departamento de Transporte reiteró su compromiso, aunque los híbridos completos y enchufables seguirán estando permitidos hasta 2035 según el plan actual.
Sin embargo, el Partido Conservador ha señalado un posible cambio si gana las elecciones generales de 2029, y el líder Kemi Badenoch ha abogado por eliminar la prohibición por completo, calificando el mandato del ZEV de “destructivo”.
A pesar de un crecimiento del 26% en las ventas de automóviles eléctricos en 2025, el ritmo se ha desacelerado en los últimos meses (3,6% en noviembre) y los fabricantes están luchando por cumplir las cuotas obligatorias de ZEV (28% en 2025, 33% en 2026). Las políticas gubernamentales contradictorias, como la ampliación de la subvención para vehículos eléctricos de £ 3.750 junto con el impuesto propuesto por milla eVED, complican aún más la transición.
La fundadora de Octopus Electric Vehicles, Fiona Howarth, advierte que invertir el rumbo de las ambiciones de vehículos eléctricos del Reino Unido dañaría la confianza de los inversores y socavaría la credibilidad del marco regulatorio.
En conclusión, el cambio de la UE hacia la flexibilidad contrasta con el firme compromiso del Reino Unido con sus objetivos de transición a los vehículos eléctricos, lo que crea una divergencia en la política automotriz. Mientras los fabricantes lidian con regulaciones cambiantes y demanda fluctuante, las implicaciones a largo plazo de estas decisiones siguen siendo inciertas para ambos mercados.























